sábado, 22 de octubre de 2011

Con "Un regalo para tu desarrollo" Repartimos más sillas de ruedas a gente que trabaje!

Desde hace ya varios meses, el programa permanente de Fundación IMPULSO "Un Regalo para tu Desarrollo" trata de localizar a las personas que realicen alguna actividad económica y que por alguna capacidad distinta requieran de una silla de ruedas para poder desempeñarla.

Es por esto, que con el vínculo de Evelia Villanueva del programa comunitario "Zumar Contigo" se localizó al señor Piedad, quien radica en la ciudad de Irapuato y quien se dedica a vender pomadas con propiedades curativas y las vende en las ciudades de Celaya, Moroleón, Querétaro, etc.

Después ubicarlo se vinculó a "Oika Ortopedia" empresa social de Sofía Chávez de la Peña y a varios patrocinadores quienes hicieron posible la entrega de esta silla de ruedas y otra más que será entregada en San Miguel de Allende proximamente.

Esperemos que con esta campaña, podamos difundir a la sociedad en general y gobierno, que las personas con capacidades diferentes necesitan el apoyo y la cultura de todos nosotros para que puedan tener una vida y convivencia digna. Somos conscientes que mientras recursos públicos son desperdiciados..."la sociedad invierte en su propio desarrollo".







miércoles, 16 de marzo de 2011

Veinte minutos, un instante o una eternidad


Normalmente uno entra en desesperación cuando el autobús que te llevará al aeropuerto no sale a la hora acordada. Tomó cerca de diez minutos para que el personal pueda organizarse y formar a los que van a la terminal uno y a la dos del aeropuerto de la ciudad de México. Una vez organizados, a registrarlos con engorrosa revisión de “rutina” a cada cierre o sección que puedan tener las bolsas o mochilas de los que abordarán el vehículo. Después de la tardada revisión en cada uno de ellos, aprecio con horror la indecisión de algunos por elegir refresco de naranja o agua y “sanwis” o una manzana envuelta de publicidad de la línea de autobuses.

Como la auténtica “ley de Murphy” la señora en un turno antes al mío y que viaja con dos hijas de veinteañera edad, se da cuenta que no trae sus boletos consigo por lo que exige que la busquen en el sistema para acreditar que ha adquirido sus boletos algunos días antes y que la llevarán al aeropuerto donde partirá a paradisiaco destino para tomar unas relajantes vacaciones (lo sé por que lo gritaba). La discusión se hace grande y ella opta por llamarle al “inepto” de su hijo que supuestamente compró los boletos y por su culpa no podrá llegar al aeropuerto a la hora adecuada para tomar su avión. El personal de la línea de autobuses los mira con rareza pero no actúa para que fluya la gente que falta por subir y tomar sus lugares correspondientes.

Después de algunos reclamos de los que esperábamos en la fila, logro pasar por los procedimientos de revisión de todas las bolsas del portafolio de mi computadora y justificar la cantidad de cables que van junto con ella, explicar el uso, goce y disfrute de una grabadora de voz para las conferencias y los audífonos que se conectan al iPod con lo más relevante de Hed Kandi. Para esas tres horas de camino, algunas revistas, papeles inútiles de trabajo y todo aquello que me puede desconectar del mundo terrenal mientras me transporto a mi destino. En sí, mi portafolio tiene todo lo que puede hacer que una persona no se sienta lejos de su lugar de origen. Y da risa que en ocasiones buscamos transportarnos a otros sitios sin querer abandonar el nuestro. Qué ironía. En fin.

Tal parece que no es mi día. No he tomado mi café de la tarde por estar a tiempo en la fila y una vez que me acerco al acceso al autobús, es imposible subir, ya que la fila no ha logrado avanzar. Hay personas que no saben qué lugar les corresponde, otras no logran forzar sus maletas que, no obstante las puedan poner abajo con todo el espacio del mundo, es su deseo llevarlas con ellos. Por fin ubican sus lugares, toman su asiento cuando de repente deciden que estarían más cómodos sin su chamarra.  Así, se ponen de pie para disponerse a meterla en las maletas que con tanto trabajo colocaron en los compartimientos superiores, retrasando al abordaje calmado, pacífico y sereno. Unos quieren ir al baño y desean bajar. Un par de niños no quieren estar en lugares separados. Gruñendo, por fin tomo mi asiento y la persona que está junto al pasillo no deja espacio alguno para que pueda pasar. Literalmente lo brinco.

Veinte minutos han pasado desde que se supone debió partir el autobús ya que la inesperada señora que no encontró sus boletos insistía que tenía que viajar a como de lugar. Al final, desiste y se retira con algunos regaños para sí.

Por fin, ya en mi asiento, acomodo mis audífonos para ausentarme lo mayor posible antes de que mi vecino comience a roncar cuando de repente, otro incidente. El autobús avanza dos metros en reversa cuando escucho gritos femeninos y un alboroto en el andén.

Debo confesar que una de las naturalezas del ser humano es el chisme. El observar lo que pasa en vidas ajenas a veces se vuelve tan interesante que olvidamos analizar las nuestras. He ahí el éxito del Big Brother. En este caso así sucedió. Al momento que retiro los audífonos para tratar de escuchar con atención lo que sucedía pude captar lo siguiente:

Desde mi llegada al andén hasta el momento de partir, esos veinte minutos que para mi pudieron haber sido horas, sin café y mi enojo con cada una de las situaciones que sucedieron antes de abordar, el que el camión haya estado lleno y no hubiera un espacio libre a mi lado, durante todos esos veinte minutos de infierno, para otras personas fueron sólo unos segundos.

Sí. Durante todos esos veinte minutos hubo un detalle que no logré observar.  Fueron segundos para que alguien le dijera a Ramón que no hiciera travesuras, para hablarle seriamente que tenía que cuidar a su hermanita de cuatro años de nombre Lucero y que no le fuera a pasar nada. Para decirle a ambos que solamente se ausentará algunos días pero que los quiere con toda el alma. Para decirle a Ramón que su tía los cuidará y que tiene que obedecerla. Ramón la mira fijamente con la cara seria, sin soltar una sola lágrima, como lo hace un hombre de seis años cuando recibe una encomienda. La niña en cambio, no puede hilar la respiración de tanto sollozo y asustada por la reacción de la madre. Por su parte, la hermana irrumpe en llanto cada vez que quedan menos personas para abordar el autobús.  El grito y el sollozo fue mayor cuando el personal de la línea de autobús decidió cerrar la puerta y echar reversa al no ver que alguna de las dos hermanas cediera con la realidad de abandonar el andén. Con los ojos hinchados, la susodicha sube al camión y espera de pie en el pasillo hasta que no es posible decir adiós con los brazos. Todos miramos inéditos. La chica toma su asiento y todos volvemos a nuestro propio mundo.

Sin embargo, me quedo pensando por algunos momentos lo que hemos cambiado como individuos. Cada vez es más fácil transportarnos de un lugar a otro, si no es físicamente, lo es a través del Internet, de la radio, de la televisión, de la BlackBerry y hemos perdido la esencia de la distancia y del tiempo. Hacía un par de décadas que no veía lágrimas en un andén o en un aeropuerto. ¿acaso hemos perdido la capacidad de extrañar? Aunque sea extrañar un lugar, un clima, un sentimiento, una cara, una sonrisa, momentos, ¡qué se yo!. ¿Será por la vorágine del tiempo que estamos acostumbrados a estar alejados por más tiempo? O preferimos mantenernos ausentes para no sufrir como lo hizo la mamá de Ramón y de Lucero.

Por el enojo del retraso en el horario y en las circunstancias en que éste sucedió, y en general estar absorto en mi propio mundo de adrenalina y presiones cotidianas, olvido que la sociedad se mueve por emociones y sentimientos que cada vez es más difícil verlos expresar. El caso de la joven mamá de Ramón y de Lucero llamó mucho mi atención y me hizo transportarme a antaño cuando en época de guerra era el último lugar donde una familia podía tener contacto, un hijo, una esposa, un padre.

Sin embargo, si lo que se trata es de darle sentido a nuestra vida, me encantaría que todos tuviéramos diariamente un andén y un aeropuerto del cual nos cueste despedirnos, extrañar todos los días y algo que anime a que volvamos a casa con la mejor de las actitudes y una gran sonrisa. Ese andén, puede ser un sueño, un proyecto, una causa, o algo que nos haga dar el ciento diez por ciento de nuestra capacidad para poder lograrlo y regresar ansiosos. Un andén que nos hagan que veinte minutos de espera, sea sólo un instante. Y ustedes amables lectores ¿a quién extrañan? ¿ya tienen su andén?.


domingo, 30 de enero de 2011

Seeeemos sanjuaneeeros


Para los que viajamos recurrentemente en el corredor industrial de Guanajuato, en muchas ocasiones las peregrinaciones se traducen en un riesgo para los peatones y los automovilistas. Podemos ver bicicletas, motocicletas, caminatas, ambulancias, gente con chalecos vistosos y lámparas que advierten a los usuarios de la autopista que cientos de personas se encuentran caminando de manera riesgosa en los caminos de Guanajuato.

La dependencia patológica de un estimulante como el Café, me hace buscar en el camino una nueva cafetería. Disminuyo la velocidad entre autos improvisados con torretas amarradas con rafia, que anuncian asistencia mecánica para los ciclistas que van circulando. Me cuesta trabajo orillarme justo en la entrada de la cafetería y entre el enojo de un automovilista que sólo necesita una taza de café para poder continuar, estaciono mi vehículo mientras me bajo a comprar esta maravillosa bebida.

Al salir, me detengo a observar la gente que va pasando al pie de carretera y al frente de la cafetería. Prefiero sentarme un poco. Hasta ahorita, han desfilado frente a mí, algunas señoras de edad, jóvenes adolescentes, señoras madres de familia, señores que sostienen en sus brazos o en sus hombros a sus pequeños hijos que probablemente estén exhaustos de la caminata. Nadie habla. Todos caminan en silencio, si acaso alguien comenta algo breve, pero puede ser el cansancio de la caminata o que es de las pocas oportunidades que pueden estar consigo, pensando, meditando, planeando a cada paso su vida y destino. Parece mentira, pero la concentración en nuestra sociedad está amenazada por la enorme capacidad de distracción que ofrecen las tecnologías modernas, y da la impresión que esa caminata es el momento en que los peregrinos logran estar con ellos mismos, pensando, meditando. Quizá es el objetivo de una peregrinación.

Las caras de las personas que pasan, denotan tal concentración que me llama la atención el típico chavo banda que con tatuajes, aretes, pelo largo, etc., lleva cargando un estandarte de la Virgen de Guadalupe que no se ve ligero, dejando en evidencia su cara de cansancio o arrepentimiento. Sus compañeros llevan el mismo estilo y presumo que van descansando de lo que puede ser un relevo para cargar aquella imagen hasta llegar a San Juan.

Al observar a los que peregrinan hacia San Juan de los Lagos, he podido darme cuenta de un común denominador en la mayoría de ellos. Puedo asegurar que muchos de ellos viajan por tradición, quizá es un viaje familiar acostumbrado, quizá sólo lo hacen para cuidar a alguien que se propuso alguna “manda”, otros para pedir por alguien o pedir por ellos mismos, pero el común denominador real que yo puedo observar es; la Pasión con la que lo hacen.

Independientemente de quien organiza la logística, ruta, transporte, cuidado, custodia y alimentación de los peregrinos, las personas que ahorran durante muchos meses para poder ausentarse de su trabajo en ocasiones sin permiso y con posibilidad de perderlo, emprenden con gran devoción y pasión su caminata y peregrinaje. Su común denominador, es la Pasión.

Pasión. Efectivamente con “P” mayúscula. Quizá el estado de ánimo Perdido. También con “P” mayúscula. Un motor natural para disfrutar la vida, verla de forma diferente y dar el todo por el todo en cada una de nuestras acciones, el común denominador de los peregrinos es la Pasión.

Quizá, la dinámica de la sociedad nos hace perder la esencia de nuestro ser. El destino que nosotros elegimos para nuestras vidas se vuelve frívolo, cotidiano y en ocasiones sin sentido, cuando creo que lo único que nos hace falta, es renovar la energía e inyectar una pequeña dosis por más mínima que sea, de Pasión.

Sólo tenemos que abrir un poco nuestros sentidos para encontrar aquellas cosas que realmente las podemos hacer con Pasión. Un trabajo, un proyecto, una canción, una lectura, estudios, el cuidado de nuestro cuerpo, labor social, trabajar, estar con nuestras familias, la propia política y no puedo imaginar los cambios que tendremos cada uno de nosotros por hacer las cosas que normalmente hacemos, si simplemente lo hacemos con Pasión.

Siempre me pasa lo mismo, tengo que volver a la cafetería a renovar la maravillosa bebida y el camino por andar, con un solo cuestionamiento, propósito y reto, reconocer algo que pueda hacer con Pasión. Y tú ¿llevas tu vida con Pasión?

miércoles, 5 de enero de 2011

Iniciando el año con un café...



Es impresionante cómo desde el inicio de 2010, nos dedicamos a recordar el pasado histórico de nuestro pueblo, a tratar de enseñar en las escuelas de educación básica lo que no pudimos aprender nosotros desde nuestra infancia, a tratar de sentir amor por los héroes mexicanos que en muchas ocasiones han pasado desapercibidos ante nuestros ojos.

Parece increíble que hasta este 2010 me entero que nombres de calles son alusivos a héroes salmantinos en la Independencia de México cuando mi mayor referencia era un semáforo o un paso a desnivel; y por arte de magia en un solo año pretendemos inculcarle a la gente que es el momento idóneo de sentirse orgullosamente guanajuatenses y mexicanos.

Esa tarea de 2010 de querer hacer que la sociedad se sienta profundamente identificada con la época del Bicentenario, se asemeja mucho a los propósitos que hacemos en los inicios de enero.

En efecto, cada inicio de año buscamos nuevos retos sobre los cuales comenzar un cambio estructural en nuestra vida familiar, social, en salud, cultura, etc., sin embargo la propia dinámica social nos hace desistir de muchos de nuestros sueños a los pocos meses de haber iniciado.

A esto, me pongo a imaginar si realmente fuéramos mejores año con año como lo pretendemos en cada inicio, desde hace veinte seríamos saludables, solventes financiera y moralmente, y viviríamos en una sociedad modelo construyendo responsablemente el futuro de nuestras familias y como consecuencia, de nuestro país.

Sin embargo, me encuentro con la realidad de un México que durante décadas ha perdido los valores cívicos, sociales y morales cada día, que por más eventos de mercadotecnia para sentirnos más mexicanos, en ocasiones sólo queremos encontrar la salida para buscar la modernidad y la paz social.

Este 2010 como si fueran propósitos de año nuevo, recordamos a los héroes que nos dieron patria y libertad enfatizando sus hazañas o acciones más representativas pretendiendo esconder una realidad; el retroceso de la sociedad y la pérdida de su capacidad de convivencia, inspiraciones y aspiraciones que sólo generan un estancamiento en nuestras vidas y la de nuestros semejantes.

En este sentido, afortunadamente no me refiero a situación económica que sin duda es mucho mejor que la vivida en 2009, sino que quizá ,el crecimiento económico no ha sido acompañado del desarrollo social que debiésemos tener y que es imposible solucionarlo de manera inmediata.

Se acaba el 2010 año dedicado a recordar el pasado con la firme convicción y esperanza que el 2011 nos dediquemos a resolver el presente.

Un presente ,que no es exclusivo de gobiernos, elecciones, escándalos, mártires, etc., sino que es responsabilidad conjunta de la sociedad que en complemento, puede sumar acciones que tengan alto impacto social y con ello impulsen una mejor calidad de vida.

En efecto, nosotros como sociedad civil podemos ser mucho más fuertes que cualquier adversidad, obstáculo, que cualquier delincuencia, que cualquier desinformación, rebelión, estancamiento y decrecimiento, la única tarea es que todos nosotros podamos convertirnos en emprendedores sociales.

Como sociedad organizada, si cada quien realiza su labor y un poquito más, les aseguro que tendríamos la energía de hacer los día más brillantes, de generar una sonrisa de satisfacción con nuestros clientes, amigos y seres queridos, de trabajar arduamente día con día para cumplir con nuestros compromisos y obligaciones, de cultivarnos nosotros mismos para tener capacidad de criterio y sobre todo, de elegir lo que estamos haciendo, salvando nuestras propias vidas teniendo un mejor mañana todos los días del año.

Mis mejores deseos en este año nuevo.

domingo, 17 de octubre de 2010

Héroes anónimos.


Parece ser un domingo cualquiera, pero no lo es. Parece que la tranquilidad de la mañana al momento de tomarme la primera taza de café, es la habitual de una ciudad que sólo espera que el sol comience a calentar el asfalto para que cientos de corredores se sientan libres, pero no lo es.

Ciertamente no lo es, porque la semana ha dado una lección mucho mayor a la esperada. La ayuda concentrada para los damnificados del estado de Veracruz esperaba ser la excelente acción para comenzar a devolverle a la sociedad y a la vida mucho de lo que nos ha dado. Sin embargo, no fue así.

Y no lo fue, porque cuando únicamente estás involucrado como el vehículo o como el medio que capta los víveres aportados por las familias que los canaliza a quien deben recibirlos, te llevas muchas lecciones importantes del comportamiento social de nuestro entorno.

No puedo describir la sensación que fue al abrir una caja que una familia guanajuatense empacó con esmero para ser enviada a Veracruz. Para sorpresa de nosotros, encontramos una carta escrita por una pequeña niña de primaria que con su lenguaje tierno e imaginativo la dirigía a la familia veracruzana que en su caso recibiera la caja que su familia enviaba. En ella, les daba palabras de aliento dotándoles de ánimo y nuevas esperanzas para sobrellevar el mal momento que posiblemente estuvieran pasando.

Sin duda, ese hecho causa tanta conmoción en mí, como lo fue ver que las familias que aportan ayuda envían imágenes religiosas, biblias, agua bendita, y en general aquellos pequeños detalles que por su sencillez se vuelven grandes obsequios.

Esto, se traduce en que detrás de esas doce toneladas de ayuda humanitaria reunida, hay cientos de familias mexicanas con el deseo de ser agentes de cambio positivo que con voluntad y confianza desean ser un motor que impulse los valores cívicos, sociales y morales de la convivencia humana. Detrás de cada caja de despensa armada en casa de cada familia guanajuatense que aportó su granito de arena, existen padres de familia que motivan que sus hijos tengan aspiraciones e inspiraciones en la comunidad en la que viven y cientos de niños que tienen la esperanza de que quienes las reciban sean familias igual que en la que ellos han vivido su corta edad.

Detrás de las doce toneladas de ayuda reunidas, existe voluntad, confianza y ganas de que México no sea el país devastado por hechos de la naturaleza y que la pérdida del valor cívico y moral no generen la falta de aspiraciones e inspiraciones en la vida de un niño. Detrás de cada bolsa con despensa armada en casa, se encuentra un cúmulo de compromisos morales con la tierra a la que le debemos nuestra vida.

¿Lo mejor de mi café? Cuando puedo recordar con gusto que todos los días llegan cientos de toneladas de ayuda para Veracruz, Tabasco, Oaxaca y Chiapas. Lo mejor de mi café es cuando tienes el conocimiento de que cada fundación, asociación civil, familia, escuela, pequeño negocio está haciendo actividades que impulsen el desarrollo social de su comunidad. Lo mejor de cualquier café, es cuando te das cuenta que la gente tiene deseos de vivir en un mejor país y tener algo qué heredar a sus hijos y a sus familias.

Lo mejor de mi café, es cuando sabes que existe gente con sensibilidad que invierte un día de su vida, en convivir con gente que tiene capacidades diferentes y que cuando ven la sonrisa y la mirada de alguien quien apenas puede articular movimientos, se llenan de gozo y alegría por estar dando un poco de lo mucho que pueden dar.

El café sabe diferente, cuando detrás de doce toneladas de ayuda hay personas que clasifican, separan, empacan cada aportación ciudadana para que no sea mal canalizada, quien aporta un trailer que llevará la ayuda y quien esperará con ansias para repartirlo con las personas adecuadas. Simplemente el café sabe mejor.

A todos ellos, a quienes participan activamente comprometidos con ser mejores personas para formar un mejor país, son mis palabras, mis Héroes Anónimos.





lunes, 16 de agosto de 2010

Café por favor…!


Despiertas, limpias tus ojos, ves el reloj, observas tu teléfono móvil y los mensajes que posiblemente llegaron los últimos veinte minutos, te levantas y tu cuerpo dice.. “Café por favor…!”

Primera reunión a las ocho de la mañana, llegas, saludas, tomas tu asiento, colocas la servilleta de tela en tus piernas y el mesero se te acerca a ofrecerte la carta, en ese momento te diriges a él y le dices.. “Café por favor…! Estoy esperando una persona”. A los diez minutos llega la persona que estabas esperando, te saluda efusivamente y le dice al mesero “Café por favor…”, se voltea a ti nuevamente y dice “¿comenzamos?”.

Segunda reunión, diez de la mañana entras a la sala de juntas donde ya te espera un grupo de personas hace algunos minutos, se ponen de pie, te saludan y te ofrecen algo.., les dices “Café por favor…” una vez servido y después del primer sorbo, los comentarios, ideas, reportes y demás comienzan a fluir.

Esa expresión de la que hablo…. “Café por favor…”, significa mucho más que un acto protocolario en nuestra vida,  significa el comienzo de un gran acontecimiento.

Sí!, el día despierta con el primer café, las reuniones comienzan con el primer café, un lazo de amistad se detona con el primer café y los grandes proyectos en los que me he involucrado en mi vida, se han iniciado a lado de una taza de café  (o al menos con ese pretexto).

No importa si tu café es soluble, si se encuentra en la taza de papel de un día anterior en la consola de tu coche, si lo compraste en la tienda, si es de grano, de Etiopía, de Veracruz, etc., lo que interesa es qué tanto disfrutas tu café para comenzar los grandes proyectos que hora tras hora, reunión tras reunión, detrás de sonrisas, desánimos, estrés y frustraciones van siendo las piezas coleccionables de nuestras vidas.

Por esto, el primer escrito de este blog al que nombré “Pequeñas tentaciones” se llama “Café por favor..”. El café… como la primer pequeña tentación en muchos de nosotros, y que significa también, el inicio de una gran aventura.

Así, lo valioso de nosotros es comenzar nuestro día con un “Café por favor…”, es decir, iniciar esa gran idea que siempre ha rondado en nuestra mente, algún proyecto, esas ganas de conocer a alguna persona, de convertirte en alguien y comenzar tu día siendo la causa de las cosas y no esperando ser el efecto.

Con ello, encontraremos que la diferencia entre nosotros y las personas con las que día al día lidiamos en la selva humana que conforma nuestra sociedad, es el sabor de nuestro “Café por favor…”, y a ti … ¿a qué te sabe el café?                              h.